La resistencia a los antibióticos “de último
recurso” aumenta en el continente
Hace solo 70 años, contraer una infección común
podía llevar a la tumba a cualquier persona joven y sana. Hacerse un corte o
someterse a una sencilla operación quirúrgica era una lotería: si una bacteria
entraba en la herida, esta podía acabar siendo mortal. Hasta que llegaron los
antibióticos y cambiaron la historia de la medicina. Se aprecia en las gráficas
que dibuja la mortalidad en lugares como Estados Unidos: a partir de los años
cuarenta del siglo XX el número de fallecimientos cae en picado. Una revolución
sin precedentes que ha salvado millones de vidas en el mundo.
ELENA G. SEVILLANO Bruselas
ELPAIS
Pero el uso se ha convertido en abuso, y los
antibióticos están perdiendo efectividad. No se trata de una predicción
apocalíptica, de una amenaza lejana en el tiempo. Los expertos hablan de la era
posantibióticos como de algo que está a la vuelta de la esquina y que hay que
intentar evitar por todos los medios. En todo el mundo aumentan las infecciones
causadas por microorganismos que resisten a distintos antibióticos, las
llamadas bacterias multirresistentes o, coloquialmente, las superbacterias.
Aumentan las infecciones, y aumentan las muertes.
Consumo de antibióticos en Europa
Solo en la Unión Europea se calcula que la
resistencia antimicrobiana se cobra cada año 25.000 vidas. “Es dramático.
Tenemos pacientes que es como si estuvieran en la época de antes de Fleming,
porque carecemos de antibióticos con que tratarlos. Estamos perdiendo la
carrera”, asegura Juan Pablo Horcajada, portavoz de la Sociedad Española de
Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) y jefe de servicio de
Infecciosas del Hospital del Mar de Barcelona. ¿Por qué? “En parte porque no se
producen nuevos antibióticos, pero también porque no usamos bien los que
tenemos”.
El consumo se dispara
Si no se toman medidas inmediatamente, alertan
los organismos de salud internacionales, el reloj de la medicina podría
retroceder un siglo, de forma que una operación, un tratamiento de
quimioterapia, una neumonía o una tuberculosis volverán a tener un enorme
riesgo de muerte. El (mal) uso de los antibióticos explica, en parte, el
aumento de las resistencias. Solo en la primera década del milenio el consumo
global de antibióticos en humanos creció el 40%. En Europa el consumo también va
al alza, según alerta el Centro Europeo para la prevención y control de
enfermedades (ECDC, en sus siglas en inglés) en un informe hecho público hoy.
Con enormes diferencias entre países: los griegos usan tres veces más
antibióticos que los holandeses.
Los territorios con mayor consumo de
antibióticos suelen ser también los que tienen mayor problema con las
resistencias. En Europa son los países del sur y del este. Los últimos datos
del ECDC muestran un “incremento significativo” de los porcentajes de infecciones
por distintas bacterias que ya no responden a los antibióticos más comunes. Por
ejemplo, la Klebsiella pneumoniae, un bacilo que causa infecciones del
tracto urinario, o neumonías, entre otras, y que puede afectar a los recién
nacidos.
Casi dos de cada diez de estas infecciones ya
son resistentes a tres clases de antibióticos muy utilizados: las
cefalosporinas de tercera generación, las fluoroquinolonas y los
aminoglicósidos. “Esto significa que a los pacientes les quedan muy pocas
opciones terapéuticas”, recuerda el ECDC. Hay tres países –Grecia, Rumania y
Eslovaquia—donde más de la mitad de las infecciones ya no responden a estos
fármacos.
Volver a antibióticos antiguos
La progresiva pérdida de eficacia de estos
tratamientos ha llevado a recuperar antiguos antibióticos que dejaron de usarse
hace décadas porque eran tóxicos y habían sido superados por otros más
modernos. Horcajada relata que en muchos hospitales han tenido que recurrir a
ellos para intentar salvar la vida de pacientes para los que no había otra
opción. Sin embargo, estos viejos antibióticos no son tan eficaces ni tan
seguros como los actuales. No solucionan el problema. Horcajada pone el ejemplo
de un hombre de unos 50 años, intervenido de un cáncer, que en el posoperatorio
enfermó de neumonía. A la espera de que llegaran los análisis, le dieron un
antibiótico común, adecuado según las guías terapéuticas, pero que no era
eficaz frente a la bacteria.
La infección se la estaba provocando
una Pseudomona aeruginosa“extremadamente resistente”, recuerda el
especialista en enfermedades infecciosas. Tuvieron que emplear colistina, un
antibiótico descartado a finales de los sesenta porque provocaba insuficiencia
renal. Al ser tan tóxico, tuvieron que disminuir la dosis, con lo que era menos
eficaz y la infección progresaba. El paciente acabó muriendo por una infección
multirresistente. “A las familias les cuesta entenderlo. Hasta ahora se creía
que cualquier infección se cura como antiguamente, pero ahora las hay
incurables”, asegura.
Mientras las técnicas ultrarrápidas de
diagnóstico no estén implantadas en todos los hospitales, añade el experto, los
médicos seguirán prescribiendo antibióticos sin saber si funcionan en las
primeras horas, y contribuyendo al problema. “Es como un pez que se muerde la
cola. Cada vez hay más resistencias, y se usan antibióticos de mayor espectro
antes de tener análisis. La mayor utilización provoca que haya bacterias más
resistentes”, explica Horcajada. Se necesitan “programas de optimización”: usar
el antibiótico adecuado, en el momento, con el paciente, la dosis y la duración
adecuadas. En España, añade, estos programas "están en fase de desarrollo
e implementación" por parte de la Agencia Española del Medicamento
(Aemps), en colaboración con la SEIMC.
El “último recurso” tampoco sirve
La mayor amenaza a la que se enfrenta Europa es
la de las superbacterias resistentes a un grupo de antibióticos muy potentes
llamados “de último recurso”, los carbapenémicos, según alerta el ECDC
coincidiendo con el inicio de la primera semana
mundial de sensibilización sobre los antibióticos. Se llaman
enterobacterias productoras de carbapenemasas (CPE). Las carbapenemasas son
unas enzimas que inactivan al que prácticamente es el último escalón
terapéutico frente a los microorganismos multirresistentes.
“La mayor propagación de las CPE en Europa es
una preocupación de primer orden en la Unión Europea, porque las opciones
alternativas de tratamiento de los pacientes infectados son muy limitadas”,
asegura Andrea Ammon, directora en funciones del ECDC. De “alarmante” la
califica el informe de este organismo, que habla de cómo la situación en Europa
ha empeorado notablemente en solo dos años. En 2013 seis países declararon que
estas infecciones tenían distribución interregional (con casos por toda la
geografía) o bien que ya eran endémicas. Este año ya son 13 los Estados (España
incluida) en los que las CPE se registran en un gran número de hospitales.
Más muertes que el cáncer
De llegar a una era postantibióticos, es decir,
si en los próximos años no se desarrollan nuevos antibióticos que sustituyan a
los que están perdiendo su efectividad, en el año 2050 morirán 10 millones de
personas al año en el mundo por infecciones bacterianas. Así lo asegura un
informe encargado por el Gobierno británico que se publicó en
diciembre pasado. Si se compara con otras causas de muerte se aprecia la
dimensión del problema. El cáncer, por ejemplo, provoca 8,2 millones de
fallecimientos. La diabetes, 1,5 millones. Actualmente se calcula que las
muertes atribuibles en el mundo a la resistencia antimicrobiana son unas
700.000 anuales. Es decir, la mortalidad por esta causa se multiplicaría por
14.
El informe recuerda que al coste en vidas humanas
se sumará el económico. Si las resistencias siguen creciendo, en 2050
menoscabarían el producto interior bruto mundial de entre un 2 y un 3,5%, es
decir, unos 100 billones de dólares. Y las consecuencias de caer de nuevo en
una “era oscura” de la medicina afectarían a muchísimas más personas que
perderían calidad de vida. ¿Quién se arriesgaría a una operación sin profilaxis
antibiótica si puede evitarlo? ¿Una operación de cadera, por ejemplo?
Es necesario actuar, y hacerlo ya, coinciden las
autoridades sanitarias. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el año
pasado la advertencia más severa. “El mundo está abocado a una era
posantibióticos en la que infecciones comunes volverán a ser potencialmente
mortales”, aseguró uno de sus directivos el año pasado, cuando se presentó en
Ginebra el primer
atlas mundial sobre resistencia a los antibióticos. Con datos de 114
países, la OMS confirmó lo que los expertos llevaban años señalando: la amenaza
es global y afecta a todas las regiones.
Alexander Fleming recibió en 1945 el premio
Nobel por el descubrimiento de la penicilina. Y durante
su discurso lanzó esta profecía: “Llegará un día en que la penicilina
la pueda comprar cualquiera en las tiendas. Entonces existirá el peligro de que
un hombre ignorante pueda fácilmente tomar una dosis insuficiente y que al
exponer sus microbios a cantidades no letales del fármaco los haga
resistentes”. Siete décadas después, sus palabras resuenan en un mundo
amenazado por las superbacterias.
Imagem: autor desconhecido
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